jueves, 10 de abril de 2008



Actuar ante la cámara de fotos








Para la gente de teatro la cámara de fotos es un desconcierto, un mal rato que hay que pasar cada vez que se hacen tomas para prensa o simplemente para un book.
No es sin razón esta aversión a la máquina, el ojo de cíclope que oculta al ojo del fotógrafo-verdugo e impide conocer qué ve el otro, qué es lo que quiere capturar, cuál es su intención.
Cuando alguien se planta ante un espejo puede verse eligiendo el ángulo, corregir una pose si es necesario y, finalmente, basta con salir para no dejar rastros cuando no se sintió feliz ante la imagen que vio.
El espejo no deja huellas.
Cuando se trata de un registro cinematográfico o de video, las reglas parecen ser más claras para el actor y también está esa fugacidad que tranquiliza.
La imagen del cuerpo es fundamental para la gente que trabaja en escena, exponer esta imagen a una captura, a un congelamiento sin la certeza de que existe la generosidad del fotógrafo en buscar lo mejor, es un riesgo que no todo el mundo está dispuesto a correr.
Ante esta realidad vale la postura de fotógrafo que puede hacerse cargo de su responsabilidad y ser para su modelo como su mejor, su más ferviente espejo; y está también la postura del actor que, por su misma capacidad, puede encontrar los medios para pasar de un rol en el que se siente víctima a otro en el que es protagonista.
Lo primero que puede pedir, exigir, una persona que va a posar ante un fotógrafo es que se la mire tal cuál es, sin cámara en mano, sin capas excesivas de maquillaje, tan sólo para establecer un primer vínculo de persona a persona.
Es imprescindible que pueda despojarse y despojar la situación de la solemnidad y la rigidez que caracterizan la sesión fotográfica, y permitir que el fotógrafo descubra, que “haga foco” en los pequeños gestos y expresiones que son propios y que, luego de ser registrados por la cámara, provocarán esa leve sonrisa que significa: “¡esto sí que es mío!”.
El actor puede vincularse del modo que mejor sabe: jugando como si el fotógrafo y la cámara formaran parte de su representación, puede integrarlos a su mundo escénico y jugar con miradas directas, o no, a la cámara, con la actitud corporal en la cuál se encuentra centrado.
Actuar es acción y esa acción puede existir ante la cámara de fotos, sin que sea necesario posar y permanecer inmóvil.
Es el fotógrafo quién debe encontrar el momento de hacer clic.