martes, 15 de abril de 2008

Fotografía y mitología
















Lo mitológico

Lo mitológico ha sido denostado sistemáticamente y calificado como aquello que es falso, ilusorio o poco confiable. Este concepto no es inocente ni es ingenuo, está cargado de intenciones que se relacionan con la lucha entre los monoteísmos y las antiguas religiones denominadas paganas.
Lo que caracteriza a lo mitológico es principalmente su relato de una historia sagrada, de hechos que acontecieron en algún tiempo de los orígenes, en algún tiempo fabuloso fuera de la historia, y explica de esta manera la existencia de una realidad o de un fragmento de la realidad. La mitología, bajo forma de acontecimiento dramático, expone este tipo de hechos del mundo material tanto como una versión de las fuerzas que condicionan la existencia de los seres humanos.
El contacto con las mitologías es permanente, a pesar de la negación de su importancia todos los medios recurren a ellas en forma velada porque conocen el poder de atracción que tienen sobre la imaginación del público. La televisión, el cine y aún las noticias de los diarios abundan en ejemplos de actos de villanos universales, de hazañas imposibles con héroes casi invencibles, de héroes que, por haber pecado de soberbia, se exponen a estrepitosas caídas. Si todos estos acontecimientos despiertan el interés es porque están vinculados con hechos de realidad universal, hechos que todos los seres humanos reconocen, cualquiera sea su conocimiento de mitos y leyendas.
Es por esto que el análisis fotográfico que se expone indaga en los elementos que enriquecen a la imagen y que tienen su origen en estas fuerzas inconscientes que movilizan al espectador.

Las imágenes
En la primera fotografía se ve un escultor trabajando, se adivina el polvo que se levanta de la piedra y es este efecto luminoso que, junto con la textura del bloque y la composición de los volúmenes, produce el atractivo de la imagen. Sin embargo hay otros elementos que pugnan por presentarse a la vista y que contienen una gran carga simbólica. Los ojos, por ejemplo, no se ven como tales sino que son solo superficies espejadas, la cara está recubierta por una máscara y plantea una duda acerca de la identidad del trabajador, la actitud corporal parece develar una intención de lucha entre un hombre y un bloque de mármol de varias toneladas. Y otros elementos, aún menos evidentes aparecen por detrás, como la escultura de un hombre recostado, un reflejo brillante en forma de cruz, una luminosidad que parece ocultar otra cosa.
Todos esto signos contribuyen a sugerir la existencia de un escenario dramático, la talla en piedra es una de los primeros trabajos de la humanidad y, aunque en esta imagen puede observarse una máquina, la escena en sí con la cruz luminosa y sus múltiples connotaciones nos hace perder algo de la noción del tiempo, nos remonta a tiempos inmemoriales.
En las imágenes presentadas en este ensayo, la fotografía realiza una transposición de un acto de trabajo que es una realidad que no intenta parecerse a otra cosa, hacia una escena dramática.

En la segunda fotografía se adivina una silueta humana, que está haciendo algo pero no se logra identificar qué. Es esta indefinición la que obliga al espectador a completar con su imaginación lo que no puede deducir, se piensa en un cirujano, en un alquimista, en diversas posibilidades, pero rara vez se acierta en identificar a un escultor trabajando detrás de un nylon sobre una piedra grande.
La oscuridad que envuelve la escena, la luz cenital como en un grabado de Rembrandt y la falta de todo elemento que pueda remitir a un lugar o a una época determinada hacen pensar nuevamente que se asiste a una escena de teatro, y sin embargo aquí también se presenta una situación en la cuál no hay intención alguna, por parte del protagonista, de producir una escena diferente de lo real. El misterio o la incógnita residen en los elementos plásticos que componen la imagen. La oscuridad que reina en la escena obliga a la vista a concentrarse exclusivamente sobre el personaje y su trabajo, y sin embargo, induce a presentir que lo que se observa parece ocurrir en un tiempo remoto en el que una iluminación escasa, cenital, se concentraba sobre el sitio de trabajo.

En la tercera imagen se ven unas manos, sogas, mantas... la escena tiene algo de siniestro o escalofriante, se piensa en cuerpos ocultos, crímenes. Aquí también la realidad es mucho más sencilla, se trata tan solo de brazos esculpidos y cubiertos por otros objetos como situación natural en un taller de escultura. Las sogas, accidentalmente caídas sobre las manos, aportan una connotación muy particular, sugieren quizá manos atadas, cautivos.
En esta imagen como en la anterior, la oscuridad general plantea una situación de misterio y de ocultamiento, las manos y las sogas hacen acudir a la mente imágenes cargadas de un significado que la situación real no posee.

Exceptuando la primera imagen, la ausencia de elementos tecnológicos (léase acondicionadores de aire, teclados, aparatos digitales, etc.) es también un factor importante para no permitir el anclaje del imaginario a una época determinada, y esto contribuye al vuelo de la imaginación hacia otras representaciones.

Estas imágenes capturadas diversos talleres de escultura me llevan a reflexionar sobre el poder de sugestión que poseen los elementos ocultos de la imagen, el espectador se ve obligado a suplir lo que no puede definir o precisar con su propia imaginación. Y es aquí donde interviene este concepto de una búsqueda mitológica ya que los contenidos de la imaginación que se asocian provienen muchas veces de aquello que C. G. Jung denomina el inconsciente colectivo y que supone raíces comunes en el alma de todos los seres humanos, y estas raíces se manifiestan como imágenes primordiales que enriquecen al fotógrafo en su búsqueda.