Lo que ha nacido o sido creado en un momento del tiempo tiene la cualidad de ese momentoC. G. Jung, El Secreto de la Flor de Oro.Una imagen fotográfica que nace y se crea en determinado momento está impregnada de todo lo que configura ese instante: del estado de ánimo y las emociones del fotógrafo y del modelo, del entorno, del clima, y, principalmente de aquello que está presente en el preciso momento de la toma de la imagen. Todo, en mayor o menor medida confluye sobre aquel trozo de papel o archivo digital que llamamos “foto”.
La foto es como una síntesis de toda la vida del fotógrafo, del sujeto y del vínculo que comparten, y es desde esta constatación que se puede iniciar un camino de investigación y experiencia para el fotógrafo con curiosidad y deseo de ampliar sus horizontes.
En este trabajo abordamos un modo práctico de encarar el retrato donde la búsqueda consiste en despojar el acto fotográfico de ciertos condicionamientos que impone el hecho mismo de retratar a una persona. De lo que se trata es de establecer un vínculo entre fotógrafo y modelo que permita liberar a éste de sus temores o inquietudes ante la cámara de fotos.
Los fotógrafos olvidamos a menudo que, para quién enfrenta al objetivo, no es poca cosa encontrarse en una situación en la cuál quedarán congeladas su expresión, su actitud corporal, y quizá aquellos pequeños tics o defectos que tan fácilmente se disimulan ante el espejo. Y cuando se trata de una persona expuesta a la mirada del público, como una actriz o bailarines, la situación es aún más tensa, aunque se piense que por su profesión debieran tener la facilidad de hallarse ante la cámara, no hay que menospreciar lo importante que puede ser el resultado de una sesión fotográfica en la carrera de un actor, por ejemplo.
Uno de los aspectos más fascinantes en el retrato consiste precisamente en alivianar al modelo de esta carga estresante y ver surgir las facetas más ocultas de su expresión a medida que se van develando.
Esto es válido para la mayoría de las experiencias de retrato y el camino que exponemos es el fruto de un trabajo intenso con actores y actrices, músicos, políticos en campaña, ejecutivos en sus despachos, profesionales y, también, con quienes festejan una boda o un cumpleaños.
Uno de los primeros pasos que debe dar el fotógrafo al iniciar una sesión de este tipo es abrirse, estimular su sensibilidad y su receptividad para dar lugar al otro, al modelo. Quizá sea esta la tarea más difícil de todas y exige una predisposición y un cierto entrenamiento. La predisposición posiblemente exista en todo fotógrafo que se haya acercado al retrato y sólo se trataría entonces de cultivarla y desarrollarla.
El entrenamiento consiste en algo muy sencillo: mirar al modelo, escucharlo o escucharla antes de comenzar a fotografiar, registrar y darse cuenta como recibe uno esa imagen y esas impresiones, aceptar y no juzgar con el pensamiento para no condicionar el modo de fotografiar.
De lo que se trata es de tender un puente entre dos individuos ya que de ese modo aquel deja de ser un extraño y, aparte de la satisfacción que esto brinda en lo humano, es el medio para que las imágenes sean un reflejo más profundo de ese otro.
¿Cuál sería la búsqueda del retratista sino la de acercarse a otros seres?
Esta fase tiene, en este modo de retratar, un papel decisivo y una vez que se cumplió el primer acercamiento se pueden comenzar a delinear los cauces por los cuales va a discurrir la sesión de fotos.
Comenzamos planteando la creación de un “Espacio sagrado” en el cuál modelo y fotógrafo se verán incluidos, protegidos y aislados del mundo “profano”. Este espacio sagrado consiste en delimitar un sector en el cuál el modelo sepa que puede desplazarse; si se trata de un estudio, se recorre el set y se observa la ubicación de las luces indicando los lugares donde logra la mejor iluminación, si es un salón de fiestas se elige un sector lo más aislado que se pueda y por lo general la elección tiene que ver con cuestiones estéticas y técnicas: fondos que no molesten, aislarse de la circulación, hallar un lugar donde situar las luces o aprovechar la conveniencia de la iluminación natural; si el lugar fuera una oficina y se retrata a un ejecutivo eficiente y ocupado no es necesario hablar de “espacio sagrado”, basta con escoger, aquí también por motivos estéticos y técnicos, una ubicación y delimitarla claramente.
El modo en que este “Espacio sagrado” interviene en la sesión de fotos es fundamental. Dejando de lado las cuestiones formales que todo fotógrafo ya conoce y que son las que van a garantizar una buena iluminación, fondos “sin ruido” y poca interferencia sobre el modelo, el hecho de encontrarse en un espacio limitado y conocido da al modelo una seguridad y una contención que le permiten asumir que, mientras se mantenga en dicho espacio, no necesita preocuparse en exceso por lo que hace ya que cumple con las reglas del juego.
Permanecer dentro de los límites da, para quién está siendo fotografiado, la libertad de expresarse genuinamente.
Hemos mencionado la palabra “juego” y esto no es casual: lo que estamos haciendo es esencialmente crear un juego, abstraernos de la cámara de fotos e incorporarla como elemento lúdico para que deje de ser el “arma” con la que el fotógrafo apunta. Por esto es tan necesaria la creación del espacio, todo juego se realiza en un espacio previamente delimitado y acordado, sea una cancha de tenis, de fútbol o un escenario teatral.
Luego veremos que los juegos pueden ser muy variados pero que siempre tienen en común el tratar de acontecimientos reales, de cosas que están sucediendo “aquí y ahora” durante la sesión.
Además del “Espacio sagrado” se propone dentro de las reglas del juego un “Tiempo sagrado” y esto también es esencial para crear un clima: en este Tiempo Sagrado se pide al modelo que cada movimiento se realice con plena consciencia, que se viva plenamente el proceso de girar la cabeza, de levantar un brazo o abrir un libro. Este Tiempo también puede consistir en pasar a una velocidad muy elevada: mirar repentinamente hacia algún lado, girar o inclinarse, pero siempre como una articulación entre tiempos que serán los que permitan observar expresiones, gestos o percibir simplemente una imagen durante la transición de una posición a otra.
La lentitud, el mirar el espacio que lo rodea y el tomar conciencia de éste, colocan al modelo en una situación de presencia, de conciencia de lo que está sucediendo en tanto acción y no sólo como receptor, como modelo pasivo ante el fotógrafo.
De esta manera hemos planteado las reglas de juego que, por supuesto, difieren según el tipo de retrato que se esté realizando, ya que no sería lo mismo para un book de actriz que para un retrato de un funcionario en su despacho.
En la práctica hacemos tomar conciencia al modelo de la existencia del Espacio Sagrado acompañando su entrada a este espacio: le pedimos que al llegar al límite cambie su ritmo y lo adapte a este lugar en el que los acontecimientos suceden de una manera diferente.
No hay una regla fija para esta entrada, al observar el modo en que el o ella entra al espacio ya estamos enriqueciendo nuestra mirada y descubriendo sus facetas.
De hecho, ocuparse de registrar un cambio al entrar en un espacio delimitado ya representa para el modelo una ocupación real, algo que está ocurriendo.
Insistimos siempre sobre la importancia de conservar la noción de lo real, un retrato que registra las impresiones de los sentidos tiene una fuerza expresiva diferente del que está sostenido sobre el pensamiento, y es seguramente más interesante que aquel que se realiza en condiciones de “ausencia” del modelo.
De esto mismo surgen algunos de los juegos que se pueden plantear: pequeñas acciones vinculadas al imaginario que, por su sutileza, pueden incorporarse al dominio de lo real.
Una mariposa que “vemos” posada sobre el cabello de la novia, una lapicera que “pierde” en manos de un funcionario, de pronto podemos imaginar un charco de agua en el suelo y pedirle a la modelo que no deje que se moje su vestido...
Este es un modo de crear pequeños juegos donde realmente puedan involucrarse, no sólo el modelo sino también el fotógrafo, y estos juegos adquieren una gran relevancia para la calidad de las imágenes porque son una manera de lograr movimientos y gestos espontáneos en una dirección determinada, permiten conducir lentamente hacia un perfil o una inclinación de cabeza manteniendo la autonomía y la capacidad de acción del modelo ya que este responde a una situación y no a una orden o a una consigna.
Siempre da buenos resultados el contacto con las sensaciones: sentir la propia piel con las yemas de los dedos, escuchar un ruido o la música que acompaña a la sesión, mirar un objeto del entorno y vincularse con él, eventualmente los olores pueden ser también elementos de conexión con la realidad.
Los juegos deben permanecer en el orden de lo inmediato ya que el planteo de situaciones complejas, extravagantes o que impliquen objetos, animales o personajes inexistentes siempre provocará la distracción e impedirá que modelo y fotógrafo estén involucrados en una situación común.
Muchas veces nos preguntamos, como fotógrafos, dónde se encuentra el aspecto artístico de nuestro trabajo cuando realizamos retratos a pedido, y nos invade una insatisfacción como si lo que hiciéramos tuviera solo un valor por el importe de lo que nos encargan. Sin embargo al trabajar el retrato con la creación de una situación de juego aparece una nueva dimensión, se abre un camino de gran satisfacción ya que la tarea artística deja de ser solamente el resultado de la sesión y se traslada a todo el proceso, mirar, escuchar, vincularse, dirigir, enfocar y fotografiar pasan a tener el valor que tiene la danza para el bailarín o para la actriz al actuar, la obra está indisolublemente unida con su creador y tiene su propio valor como hecho artístico a través del proceso por el cuál fue creada.
Sin embargo no todo es tan sencillo como se describe en este ensayo, cada uno de los pasos descriptos: vinculación, propuesta del Espacio y el Tiempo, creación de juegos, exige por parte del fotógrafo un entrenamiento, un trabajo sobre sí mismo para poder transmitir confianza y seguridad. Así como ningún fotógrafo se lanzaría a un trabajo profesional sin antes conocer el manejo de su cámara, debe manifestar la misma responsabilidad y seriedad en el despliegue de estas técnicas que vinculan el mundo del teatro con el de la fotografía.
Volvemos entonces al encabezamiento de este trabajo en el cuál hemos buscado los medios para que modelo y fotógrafo compartan una vivencia del proceso, si hemos podido “jugar” con elementos sencillos y conectarnos con las sensaciones y con lo que sucede aquí y ahora, habremos dotado al instante de la creación de la “cualidad de ese momento” que se reflejará indudablemente sobre las imágenes realizadas.